¿Por qué crece la economía chilena?
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José Manuel Silva
Una de las gratas sorpresas del año pasado fue el buen desempeño de la economía chilena, la que sorprendió en todos los frentes. En relación a las expectativas que existían hacia fines de 2011, el empleo logró cifras récord, al igual que la inversión extranjera y el nivel de PIB per cápita. Todo ello con una inflación que fue más baja que lo esperado, sobre todo dado el fuerte dinamismo de la demanda agregada. Chile sigue siendo una de las economías más dinámicas de la OCDE y junto con Perú una de las de mejor desempeño en América Latina.
Cabe preguntarse cuáles son las razones fundamentales de este buen desempeño. Sorprende que en la prensa las explicaciones se queden en la microcoyuntura basada en las estadísticas más recientes (de empleo, consumo, inflación, etc). También sorprende el excesivo énfasis en los potenciales efectos negativos de este buen desempeño. Por ejemplo, el debate sobre si enfrentamos o no una burbuja inmobiliaria (nadie se pregunta si el alza en el valor de los suelos no se debe también a una política que limita el crecimiento de las ciudades impulsada desde el inicio de los 90).
Es cierto que nuestro país está favorecido por un “sweet spot” macroeconómico global. Por un lado, los precios de nuestras materias primas se ven impulsados por el surgimiento de un gigantesco polo consumidor en Asia. Por otro lado, nos beneficiamos de un proceso deflacionario en muchos de los precios de los bienes manufacturados que importamos Paralelamente, nos ayuda la política monetaria súper agresiva que han tenido que adoptar los países del G-7 para salir de la crisis. Tasas de interés libre de riesgo cercanas a 0 han bajado fuertemente nuestro costo de capital.
También es cierto que el actual gobierno ha gestionado bien el difícil proceso de reconstrucción tras el 27F, ha impulsado agendas pro crecimiento en emprendimiento y desregulación micro y ha manejado con prudencia las demandas redistributivas en un contexto de bonanza.
Sin embargo, ninguna de las dos razones justifican el buen desempeño de Chile. Si fuera sólo por lo primero (mejores términos de intercambio), Argentina y Venezuela deberían estar en pleno auge. Sabemos que eso no es así y que por el contrario, si no fuera por un buen precio del petróleo o porque los granos han estado muy demandados, Venezuela y Argentina estarían boqueando y con procesos inflacionarios desbocados (ya viene).
Si fuera sólo por lo segundo (una muy buena gestión de gobierno), el país estaría como México, con buenas perspectivas, pero creciendo al 3%. Lo que le permite a Chile hacerlo al 5,5% es la cosecha de casi 40 años del llamado modelo económico “neo liberal”, mantenido con perseverancia por moros y cristianos a pesar de los nacionalistas de ayer, de los autoflagelantes de hace poco o de los que se obsesionan con el coeficiente de Gini hoy (que nadie sabe bien cómo se calcula).
Si nos beneficiamos del “sweet spot” macroeconómico global es porque nuestra economía se abrió al mundo hace 40 años y pasamos de ser una de las economías más cerradas y menos libre del planeta a ser una de las 10 más libres según el ranking de la Heritage Foundation. Una economía cerrada como Argentina no puede beneficiarse del auge del cobre o de la caída en los precios de los bienes de capital. ¿Por qué Argentina con una cordillera igual a la nuestra no se ha beneficiado del auge en minería que hoy impulsa a Chile o Perú? Porque su institucionalidad no respeta los derechos de propiedad como sí lo hace Chile desde la ley minera que desató el mayor auge minero de nuestra historia. Nadie invierte miles de millones de dólares a 20 años sin estabilidad legal, tributaria y política.
¿Por qué Argentina no se beneficia de las tasas de interés cercanas a 0 hoy vigentes? Porque tiene que pagar spreads de riesgo de crédito altísimos, dado que nadie confía en ella. Chile goza hoy de un bajísimo costo de capital porque el mercado percibe correctamente que sus finanzas públicas se han manejado prudentemente en los últimos 30 años y el país no tiene deuda fiscal. A ello se suma un banco central de verdad independiente que ha hecho una gran labor controlando la inflación. Finalmente, los inversionistas en bonos chilenos saben que Chile no depende sólo de ellos y que cuando se seca el mercado internacional nuestro país cuenta con más de US$ 200 mil millones de activos institucionales locales, gracias a la reforma de pensiones.
El modelo chileno ha funcionado bien. Ha sido perfeccionado en el tiempo y se ha validado democráticamente. Chile ha contado con sabios ministros de Hacienda que entendieron que la mejor manera de eliminar la pobreza es creando riqueza más que redistribuyéndola. Miles de trabajadores peruanos, colombianos, cubanos, argentinos o dominicanos, que uno se topa diariamente han votado con sus pies y avalado el modelo chileno.